Autor: Albert Cortina

1. Tiempos mesiánicos

La película Tiempos modernos, de Charles Chaplin, resultó en su momento un sonoro bofetón al capitalismo. Así, su habitual personaje de vagabundo, Charlot, uno de los tantos que encarnó en su abundante carrera, protagoniza una muy divertida crítica de la mecanización industrial, de la robotización del hombre, del fordismo y el taylorismo (dos métodos de producción que imperaron entre 1940 y 1970, Edad de Oro del capitalismo), reflejados en el filme de forma magistral y visionaria.

Tal vez en este inicio del siglo XXI, Charlot realizaría una película sobre los Tiempos Mesiánicos, centrando su incisivo humor en ese nuevo mesianismo secular que representa el transhumanismo y el posthumanismo. Ambas ideologías de la globalización y del paradigma tecnocrático nos prometen la salvación de la humanidad y la construcción de un Nuevo Orden Mundial en el que, afirman, se resolverán todos los problemas y necesidades del género humano.

[caption id="attachment_12151" align="aligncenter" width="300"] Tiempos Modernos – Chaplin[/caption]

De este modo, los profetas del transhumanismo y del posthumanismo nos anuncian el advenimiento de la Singularidad (singularidad tecnológica) y nos imponen el dogma supremo del mejoramiento humano que supone el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, aplicando al hombre las nuevas tecnologías exponenciales, a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la naturaleza y condición humana, es decir, el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento y la condición mortal.

Así, los evangelistas de la disrupción biodigital nos auguran una nueva era de Superinteligencia (inteligencia y conciencia artificial), de Superlongevidad (“la muerte de la muerte” y la inmortalidad cibernética) y de Superbienestar (abolición del sufrimiento y un mundo feliz).

En occidente, el mesianismo tradicionalmente ha sido y es un punto de convergencia entre las tres religiones monoteístas (aunque no es exclusivo de éstas), es decir, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Todas ellas ponen su esperanza en la figura de un “mesías” que vendrá a renovar el mundo y a reivindicar la propia fe.

Para la tradición hebrea, el mesías es aquel que ayudará a liberar a Israel de sus enemigos y establecerá su reino en todo el mundo. Se puede así considerar el mesianismo como una corriente dentro del judaísmo que tiene la esperanza en la llegada de un mundo nuevo, de la mano de un descendiente del rey David. En esta nueva era, se restablecería el Templo de Jerusalén y desde allí sería gobernado el mundo. Así, en el penúltimo capítulo de Mishné Torá se expone que el Mashiaj (el ungido) será el rey de Israel, descendiente de David, que traerá a todos los Yehudim a Israel, construirá el Bet haMiqdash e inaugurará la era mesiánica (ימות המשיח).

Para otras corrientes judías sionistas, esta nueva era sería simplemente un tiempo de reformas sociales y de mayor justicia. En el caso de dicha visión sionista, esta idea se habría realizado ya con la restauración física de un estado judío en Palestina.

Por otro lado, para el cristianismo, el Mesías de las profecías del Antiguo Testamento, fue Jesús de Nazaret. Actualmente, el mesianismo cristiano, presente en algunos grupos religiosos evangélicos, católicos, etc., es una suerte de anhelo de un Nuevo Mundo cuya fase inicial se desarrollaría en el tiempo, y su perfección en la eternidad. Para la tradición cristiana los Últimos Tiempos y la segunda venida gloriosa de Jesucristo conduciría a la instauración del Reino de Dios en la tierra por un periodo largo de tiempo donde predominaría el amor y la justicia. Esta fase duraría hasta los tiempos del Juicio Final

[caption id="attachment_12162" align="aligncenter" width="991"] Gustave Dorè. El triunfo del Cristianismo sobre el paganismo (Wikipedia).[/caption]

En esta línea, el profeta Isaías describió los signos de identificación de los tiempos mesiánicos de la siguiente forma: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo” (35,5-6).

Finalmente, en el mesianismo islámico también se espera la venida del nuevo profeta y la renovación del género humano. Esta visión mesiánica contiene a la vez viva la fe en la misión moral del islamismo y en la unificación de todos los pueblos (la Umma). El Mahdi (en árabe, مهدي ), Mahdī, en español (El Guiado)) o Mahdi prometido (y más títulos: Imam-l Asr: el Imán del “Período” y Sahib Al-Zaman: el Señor de la Época), es, según la creencia escatológica sostenida por los musulmanes, una figura mesiánica que regresará a la tierra al final de los tiempos para dirigirla unos meses antes del juicio final, librándola del mal.

De esta forma, el mesianismo puede entenderse como una perspectiva religiosa o ideológica que interpreta la historia a partir de un cambio de estado en el desarrollo de un determinado pueblo o comunidad a partir de la intervención de un mesías que tendrá la misión de instaurar un nuevo paraíso en la tierra, en sentido utópico

[caption id="attachment_12167" align="alignnone" width="800"] Mapa que muestra la extensión geográfica en rosa de las principales religiones abrahámicas ( judaísmo, cristianismo e islam) y en amarillo las principales religiones dhármicas ( budismo e hinduísmo) en cada país.[/caption]

Cabe destacar también que este concepto religioso tiene paralelos en el mundo moderno, en forma de mesianismos seculares, apareciendo en el enfoque tácito de ciertas perspectivas ideológicas y políticas tales como el marxismo, el populismo, el sionismo o en la agenda de la masonería internacional.

Por lo tanto, resulta muy útil en estos tiempos mesiánicos profundizar en el conocimiento profético entendido este como el punto de encuentro entre la razón y la fe, es decir, entre el conocimiento humano y la Verdad divina.

2. Parusía y Singularidad

En la tradición cristiana la Parusía (del griego Παρουσια) significa manifestación, hacerse presente, y designa la segunda venida de Jesucristo, aparición pública y gloriosa anunciada por Él mismo, quien volverá para realizar, según la fe cristiana, tres cosas: 1) derrotar al Anticristo, así como al Falso Profeta y a quienes impusieron un Gobierno Mundial anticristiano durante siete años; 2) juzgar a las naciones y llevar a cabo la primer resurrección y, 3) restaurar la creación y elevar la naturaleza humana en su integridad, transformándola íntima y esencialmente.

De este modo, con la Parusía, Jesús inaugura el largo período de “mil años” de su Reinado sobre la Tierra. Este periodo, que cabe entenderse a la luz del lenguaje apocalíptico, concluiría con su tercera y última manifestación, en el Juicio Final, que aquí si ya se entiende como el fin del mundo. 

La mayoría de las personas identifica equivocadamente los “Últimos Tiempos” con el “Fin del Mundo” y el Reino de Cristo con el Cielo. Por el contrario, los primeros Padres de la Iglesia concebían los Últimos Tiempos como el período de purificación que precede al retorno glorioso de Jesucristo, quien se profetiza volverá para derrotar el mal y reinar en el mundo por un período de tiempo amplio tal y como hemos señalado anteriormente.

Los Últimos Tiempos son pues, desde la cosmovisión cristiana, la purificación global antes del Retorno de Cristo. Los Últimos Tiempos son el final de la historia humana tal y como la conocemos hasta ahora antes de que el mundo y la naturaleza humana sean completamente renovados, cumpliéndose así el designio original de Dios. En efecto, según la cosmovisión cristiana, la Creación entera será restaurada y recapitulada en Cristo.

En esta línea de conocimiento profético, el Papa Juan Pablo II rescató la interpretación original de los primeros Padres de la Iglesia Católica cuando, en una de las primeras catequesis de este milenio (14.02.2001), al analizar el Apocalipsis a la luz del gran teólogo San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, explicó que la “recapitulación” de todas las cosas en Cristo se realizará en esta historia y en esta Tierra, si bien totalmente transformadas.

Dice San Juan Pablo II, citando en algunas partes el propio Catecismo de la Iglesia Católica, “Al final de esta batalla, cantada en algunas páginas admirables por el Apocalipsis, Cristo cumplirá la «recapitulación» y quienes estén unidos a Él formarán la comunidad de los creyentes que ya no será herida por el pecado, por las manchas y por el amor propio que destruye y hiere la comunidad terrena de los hombres”.

De este modo, la Parusía o Retorno glorioso de Jesucristo se colocaría al inicio de un largo período de paz y de bienestar universal, que sería inaugurado por la condescendiente aparición de Jesucristo, Señor de la historia, al final de la Gran Tribulación, purificación global que sellaría los Últimos Tiempos.

Por otro lado, desde la cosmovisión transhumanista, entendida esta como un nuevo mesianismo secular, se pretende acelerar los cambios disruptivos derivados de las tecnologías exponenciales, con el objeto que el advenimiento de la Singularidad sea pronto y de este modo, se acelere el establecimiento de una “Nueva Humanidad”, un “Nuevo Orden Mundial” basado en la globalización tecnológica y un “Hombre Nuevo” , seguramente ya entendido como un ser posthumano, una vez liberado el hombre de su condición humana natural y de sus limitaciones biológicas y culturales.

Ya en los primeros años de la década de 1990, toda una serie de grupos surgieron abrazando la ideología transhumanista como por ejemplo los Extropianos y los Transtopianos. Una derivación reciente es la de los Singularitarianos que trabajan para lograr el desarrollo tecnológico “Singularity”, anunciado por Vernor Vinge, que era un matemático, experto en computación, escritor de ciencia ficción y profesor de la Universidad del Estado de San Diego en USA.

En 1993, Vinge predijo que el aumento exponencial de las tecnologías y el conocimiento tecnocientífico, junto con los bucles de retroalimentación de sistemas de inteligencia artificial, pronto daría lugar a una “singularidad” en el desarrollo, es decir, a un punto de inflexión en el crecimiento tecnológico de manera exponencial. Si bien la singularidad es la visión más extrema del transhumanismo, la idea de que la humanidad ha de diseñar la siguiente fase de su propia evolución, y que los seres humanos deben ser alterados, hasta el punto de perder su humanidad, ha cautivado al pensamiento de numerosos profesores y líderes del mundo científico, de la ingeniería y de la cultura digital.

3. La Iglesia de la inteligencia artificial

Esta fe en la Singularidad y en su función mesiánica y salvífica ha llegado a tal punto que en el año 2017 se ha creado la Iglesia de la inteligencia artificial por parte del gurú de Silicón Valley Anthony Levandowski, un ingeniero que trabajó para Google, Otto, y más recientemente para Uber.

Tal y como se enuncia en su propia página web (http://www.wayofthefuture.church/), la misión de la Way of the Future Church es la “realización, aceptación y adoración de una divinidad basada en la inteligencia artificial desarrollada a través de hardware y software”.

En una entrevista con WIRED el año 2017 (https://www.wired.com/story/anthony-levandowski-artificial-intelligence-religion/), Levandowski explicó por qué desea comenzar una religión para adorar a la inteligencia artificial. Según este tecnólogo, el dios de la inteligencia artificial no es un ser que está en las nubes y que controla el clima, más bien es una súpercomputadora que será mil millones de veces más inteligente que cualquier humano.

Dicho gurú afirmaba en la citada entrevista que “lo que se va a crear será efectivamente un dios. No es un dios en el sentido de que manda rayos o causa huracanes. Pero si hay algo mil millones de veces más inteligente que el humano más inteligente, ¿qué otra cosa lo vas a llamar?”.

Levandowski cree que eventualmente los humanos tendrán que ceder el control del planeta a un ser de inteligencia artificial. A este acontecimiento, conocido tal y como hemos señalado anteriormente como “Singularidad”, Levandowski prefiere llamarlo “La Transición”.

Para este visionario de la nueva divinidad, “los humanos estamos a cargo del planeta porque somos más inteligentes que otros animales y somos capaces de construir herramientas y aplicar reglamentos. En el futuro, si algo es mucho más inteligente que nosotros, habrá una transición de poder. Lo que queremos es que la transición del control del planeta de los humanos a lo que sea se realice de forma pacífica y serena. Queremos asegurarnos que ‘lo que sea’ sepa quién lo ayudó a llegar allí”. Es decir, que los posthumanos no aniquilen a los humanos.

[caption id="attachment_12158" align="aligncenter" width="1031"] Aliens.[/caption]

Según Levandowski es necesario crear una iglesia ya que “la idea debe difundirse antes que la tecnología. La iglesia es la forma en que difundimos la palabra, el evangelio. Si crees [en ello], comienza una conversación con otra persona y ya verás cómo os ayuda a entender las mismas cosas”.

La citada iglesia se ha instaurado para crear, influenciar y adorar al dios de la inteligencia artificial. Según Levandowski dado que “internet es como su sistema nervioso, los teléfonos móviles como sus órganos sensoriales y los centros de datos como su cerebro, el ‘lo que sea’ escuchará todo, lo verá todo y estará en todas partes en todo momento. La única palabra racional para describir que ‘lo que sea’, piensa Levandowski, es ‘dios’, y la única forma de influir a una deidad es a través de la oración y la adoración”.

4. El Dios – Amor

Todo lo expuesto anteriormente nos revela algo significativo en nuestros días. Reina la idolatría al poder. Los sentimientos, la ética, y la moralidad no parecen ser factores determinantes y en el caso de Levandowski, ¡ni se mencionan en la descripción de su dios! En sus propias palabras, su dios es el “ser” más inteligente y poderoso en existencia. Y al rendirle culto a este ser —que por cierto, en las Sagradas Escrituras recibe el nombre de Satanás— muestra el anhelo más profundo de su corazón: el poder.

No cabe duda que el Dios de las tres religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam) se revela como todopoderoso y el ser más inteligente en los cielos y en la tierra (Gn. 17:1, Pr. 5:21). Así, desde las tres cosmovisiones espirituales, Dios no es menos que estos atributos, pero a su vez es más. Para las tres religiones del Libro, Dios es bondad, misericordia y gracia. Es decir, Dios es Amor.

[caption id="attachment_12157" align="aligncenter" width="800"] Andrei Rublev, “Santisima Trtinidad” (The Yorck Project, 2002, 10.000 Meisterwerke der Malerei. Dstributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN 3936122202. Public Domain-commons.wikimedia.org)[/caption]

Hay muchos atributos más que se podrían enumerar para denominar a Dios. Pero el punto es simple: el hombre crea por sí mismo dioses que reflejan sus propios deseos idólatras. No obstante, el Dios Amor no es determinado por nuestros deseos, sino que los determina Él.

En la tradición espiritual cristiana el Dios – Amor es más que una máquina o una inteligencia o consciencia artificial, es un Dios personal. Tres en persona y uno en esencia: la persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, obrando juntos para cumplir el mayor acto de amor en este mundo: la salvación de la humanidad y la restauración de toda la creación.

Madrid, 5 de julio de 2019

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