Autor: Albert Cortina

JESÚS SALE A NUESTRO ENCUENTRO

Desde una cosmovisión secular, estamos confinados, aislados y solos frente al COVID-19. Sin embargo, desde una dimensión sobrenatural y según la cosmovisión católica, los espacios naturales del planeta, las calles y plazas de nuestras ciudades, los hospitales y residencias de ancianos, nuestras iglesias y hogares, en definitiva, toda la Creación está custodiada por los ángeles y protegida bajo el manto de nuestra Madre, la Virgen Maria.

Para los que vivimos esta etapa grandiosa y extraordinaria de la historia de la Salvación, resulta siempre impactante y actual aquel grito que lanzó el Papa San Juan Pablo II al mundo al inaugurar su pontificado:

“¡No tengáis miedo! ¡Abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo!”.

La frase bien podría haber continuado así: “Permitir que Jesucristo se meta en vuestro respirar y en toda vuestra vida. Entregaos a su auténtico amor eterno”.

Entonces, ¿quién tiene miedo al coronavirus COVID-19 que afecta a nuestro respirar? Parece evidente que con esta pandemia la Providencia quiere que volvamos nuestra mirada y corazón hacia Dios y que confiemos en Él y en su Divina Misericordia.

Y es que en este momento de la civilización, lleno de desafíos, de incertidumbres y de riesgos existenciales, precisamente ahora más que nunca es necesario arriesgar, ser valientes, tener esperanza para asumir lo nuevo que está naciendo. Es preciso alimentar los sueños y concretarlos día a día y ser plenamente conscientes del anuncio profético: “mirad que hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5).

Esa “novedad” se refleja en el interior de cada uno, entregándose por amor, desde la gratuidad y disponibilidad, al Espíritu que nos conduce a lo nuevo que produce Vida abundante y plena.

Efectivamente, el proceso de revitalización se hace presente a lo largo de nuestra vida. Revitalizarnos supone necesariamente reinterpretarnos de manera constante; reinterpretar nuestra historia poniéndola en sintonía y armonía con los nuevos tiempos que se nos van a abrir tras la pandemia por el coronavirus, con ese futuro singular lleno de amor y esperanza que queremos construir juntos.

“Nuestro mundo está llamado a crecer en plenitud…si no lo impedimos. Los seres humanos estamos llamados a acompañar esa dinámica de la evolución, de avanzar hacia la plenitud cada vez más profunda de perfeccionamiento en el proyecto humano y de custodia de la creación. /…/ Tenemos la capacidad de pensar en profundidad y de vivir sabiamente. Podemos conectar el cerebro con el corazón…y eliminar los miedos” (Humanismo avanzado, pg. 159 y ss.).

MARIA NOS PROTEGE Y CUIDA

Ayer, cuarto viernes de cuaresma, en un acto extraordinario y sin precedentes en la historia del cristianismo, el Papa Francisco impartió la bendición urbi et orbe con el Santísimo ante una plaza de San Pedro totalmente vacía de fieles para implorar el final de la pandemia provocada por el coronavirus COVID-19.

El Vaticano aparecía totalmente en silencio y se palpaba la terrible solitud y fragilidad del Papa Francisco. Pero esa soledad era aparente. En el Santísimo Sacramento expuesto en la entrada de la Basílica estaba Jesucristo vivo y presente. También la Santísima Virgen dio signos de su presencia en el cielo. Y la plaza de San Pedro estaba repleta de ángeles adorando y dando gloria a Dios.

El Papa Francisco en ese acto singular elevó su súplica al Señor y pidió a los hombres y mujeres de buena voluntad que confiásemos en Él y respondiésemos a su llamada a convertirnos.

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”. Con estas palabras, el Papa Francisco inició su reflexión centrándose en el Evangelio según San Marcos, capitulo 5, versículo 35, tras la escucha de la Palabra desde el atrio de la Basílica de San Pedro. El Papa además expreso que “nos encontramos asustados y perdidos” pero en esta barca – recordó – “estamos todos”, de hecho, continuó, “al igual que esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos”.

Reflexionando sobre el Evangelio de San Marcos, el Papa habló de la “tempestad”: “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades”. Para Francisco, la tempestad también nos muestra “cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad” y pone al descubierto “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”. Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deja al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

Cuando Francisco pronunciaba esas palabras, reflexioné sobre el acto de soberbia del “Homo Deus” descrito por Yuval Noah Harari, autor de un conocido best seller leído por millones de personas en todo el mundo como si se tratase de una biblia secular.

Tengo curiosidad por ver como a partir de esta pandemia se desencadena y acelera la revolución transhumanista que sus ideólogos promueven desde la agenda del Nuevo Orden Mundial. Muchos de ellos siguen al pie de la letra la antigua tentación del Príncipe del mundo: “seréis como dioses”… a pesar del duro golpe del COVID-19. “¡La tecnología os salvará!” resuena en la mente – que no en el corazón-  de los hombres y mujeres contemporáneos.

Nuestra Madre, muy cercana a nosotros, sonríe y nos revela que al final su Inmaculado Corazón triunfará.

LOS ANGELES NOS GUARDAN Y CUSTODIAN

¿Por qué en estos tiempos los cristianos no visualizamos la presencia sobrenatural de los ángeles custodios en todos los rincones del planeta y del cosmos?

¿Por qué a muchos les parece una imagen de ciencia ficción pensar que la plaza y la Basílica de San Pedro ayer estaban a reventar de ángeles adorando al Santísimo Sacramento?

¿Alguien supo imaginar al lado de la silla donde estaba sentado el Papa Francisco, a su Arcángel ministerial de rodillas adorando y dando gloria a Dios mientras entraba el incienso proveniente del atrio de la Basílica?

Con la certeza de que Dios ha puesto un ángel al lado de cada hombre y mujer para ayudarle en el camino de la vida, en esta terrible pandemia, no estamos solos. El ángel custodio acompaña a todos los enfermos y moribundos aislados en los hospitales desbordados en estos momentos por la pandemia, consolándoles y acercando su alma a Dios.

En estos momentos en que las iglesias están cerradas, los ángeles custodian todos los Sagrarios del mundo, adorando a Cristo en la Eucarística.

ALBERT CORTINA. Abogado y urbanista
Director del Estudio DTUM
Barcelona, 29 de marzo de 2020

PARA SABER MÁS:

VÍDEO: Bendición Urbi et Orbi – Papa Francisco – 27.03.20

VÍDEO: Tantum Ergo Sacramentum – Himno gregoriano

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